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Partimos de dos citas de Martin Heidegger, extractadas de su libro “El origen de la obra de arte”. La primera dice así: “¿Qué establece la obra como obra? La obra, descollando sobre sí misma abre un mundo y lo mantiene en imperiosa permanencia. Ser obra significa establecer un mundo”. La segunda: “… lo que está en operación en la obra: la apertura de ente en su ser, el acontecer de la verdad”.
Al hablar de un mundo y al establecer un mundo, la sugerencia de Heidegger nos remite a la ética, en el sentido de que establecer un mundo supone, antes, fijar diferencias. ¿Qué es lo que hace que, por ejemplo, Baudelaire sea un gran artista? El acto de establecer un nuevo mundo, diferenciándose profundamente de los románticos. Hay un paradigma en juego, una historia anterior que el gran artista subvierte, el motor de esa subversión no es sólo una posición estética nueva –el aspecto manifiesto de la cuestión– sino una posición ética.
En un trabajo anterior [ citábamos a Steven Spielberg como un ejemplo de un gran artesano que debido a su posición ética no puede ser considerado un artista verdadero. Argumentábamos para ello que el gran arte es inventor, no reproduce normas, sino que las crea. El arte no copia en serie lo ya creado, como lo hace la artesanía.
Hay, por otro lado, artistas menores –como Federico García Lorca, por ejemplo– que son artistas verdaderos pero que no crean o imponen una nueva norma, que, como en el caso de Kandinsky o de Klee, “hacen escuela”.
Un verdadero artista sabe que no puede escribir, pintar, construir o esculpir en nuestros días como se lo hacía en el 1900, aunque pueda conservar el “espíritu ético de la época”.
La verdad, lo verdadero entra en relación con la asunción de que la repetición es imposible, en el sentido de que es imposible repetir el pasado aunque anide y movilice ese mismo deseo de repetición. Lo verdadero pasa por dar lugar y valor a la diferencia, teniendo el pasado como horizonte, desde la cual el artista parte para crear un mundo nuevo y establecer una verdad, desenmascarando las cosas del mundo que tienden a la ocultación.
En síntesis, a la gran obra le corresponden al menos dos dimensiones: la del descubrimiento (estética) y la del invento (ética). Y desde el punto de vista temporal: la del recuerdo-historia, y la del futuro –olvido-innovación.
Artículo sacado de: "Etica y Cine"
URL: http://www.eticaycine.org/Etica-y-Arte
Edwin Lazaro
Edwin Lazaro
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